Móvil Encontrado

Después de volverme loco buscando el móvil durante medio día, al fin lo he encontrado justo después de escribir mi anterior post.

Estaba en esa zona del sofá entre cojines que tiende a tragárselo todo cual bicho ninfómano. Total, que me ha pasado como en esas películas, que buscan algo y lo han tenido siempre delante de la jeta.

Vaya… mi blog empieza a parecerse un twitter.

Sin Móvil

Me ha pasado una cosa MUY rara… He perdido el móvil dentro de mi casa.

Lo he usado en la cocina y al rato… desaparecido, no estaba en ningún lado. Y claro, no me sirve de nada llamarme porque yo SIEMPRE lo tengo en silencio.

Espero que aparezca pronto… sino ya lo encontraré cuando hagamos la mudanza.

Crónica de una noche en el cajero (II)

Llamamos al servicio de atención al cliente, y fué la única vez en toda la noche que nos atendieron. «Espere, que el cajero se tiene que actualizar». Esperamos, y vemos por primera vez la opción de las entradas de héroes.

A la una estábamos sentados en el suelo del cajero las vecinas de kimito y yo, la madre de la niña salía a fumar. Kimito seguía pretando la pantalla del cajero y jurando en hebreo cada vez que salía la pantallita roja. «La operación ha sido cancelada por cuestiones técnicas».

Gracias a la tecnología, sabíamos qué pasaba en los demás cajeros. Así se distribuyeron algunas leyendas urbanas como que ya se había vendido alguna entrada. Que las tiendas no podían vender entradas tampoco, o que no iban a levantar el sistema hasta las ocho de la mañana. Si la huelga de móviles apagados no tuvo éxito, ya sabemos por qué fue.

Al rato, fuimos a buscar provisiones. Una de las vecinas de kimito trajo cerveza, y yo agua y galletas. Después de vernos, la gente de fuera del cajero empezó a traer mantas, café y más cosas.

Llamé a mi primo Noks para preguntarle si había conseguido comprar entradas, y me dijo que estaba esperando en leyenda, y que le quedaba mucho.

A las dos, ya sólo quedaban unas diez personas fuera del cajero. Se acercó otro vecino de la casa de Kimito que venía cada hora para ver si había cambios.

Sobre las tres, me llamó mi primo porque no había conseguido entradas y se iba a otra tienda antes de que cerrasen. Fuera del cajero ya no había nadie y mi primo venía para llevarme a casa.

A las cuatro yo ya me había tomado dos cervezas y estábamos tan entretenidos entre nosotros que pasábamos del cajero. Y fue entonces, cuando kimito metió la tarjeta, siguió todos los pasos, indicó el número de entradas, confimó, esperamos… ¡¡Y nos imprimió un justificante con la compra de las entradas!!

Ya teníamos nuestras entradas, pero estábamos tan bien que nos quedamos un rato más. Mi primo llegó con su amigo Bodi y con calimotxo. Así que mientras kimito y él se iban a otro cajero a intentar imprimir las entradas, bodi y yo nos quedamos a beber.

Poco después, el cajero le imprimió dos entradas a las vecinas de kimito.

A las cuatro y cuarto empezó a venir gente que estaba haciendo ronda entre los cajeros. Nos contaban historias de cómo en algunos cajeros habían hecho listas, de que en otros se habían encerrado a jugar a la pocha, y que en otros estaban en plena fiesta.

A las cinco, y sin haber conseguido mis entradas impresas, fui a coger el bus para ir a mi camita a dormir. No tendría mis entradas físicamente, pero me lo había pasado en grande.

Crónica de una noche en el cajero (I)

El día 1 de Marzo fuí uno de los afortunados en conseguir una entrada para el concierto de Héroes del Silencio.

Ya ha se ha dado cobertura a la saturación de la red de ibercaja, así que dejaré los comentarios de si se podría haber evitado para personas más informadas.

La anécdota de la noche no fue la entrada, sino la fiesta que se organizó en los cajeros entre intento e intento.

Yo me acerqué al cajero sobre las ocho para ver si había cola, me habían comentado que fuera de zargoza la gente estaba esperando desde las ocho de la mañana. Como no había nadie, me fui a tomar algo y a esperar a que kimito saliera de un exámen.

Después de cenar un bocadillo en casa de kimito, bajamos los dos a hacer fila. Ya eran las diez y cuarto y había una persona cerca del cajero. Era la madre de unas vecinas de kimito que llamaba a su hija para asegurarse de que ese era el cajero donde vendían las entradas. Pasamos a su lado y oímos cómo le decía a su hija «Ya se me han colao». Claro, que eso iba a importar poco unas horas más tarde.

Al poco rato vino otra madre, que iba a comprarle la entrada a su hija de quince años. Yo pensaba que íbamos a estar gente joven, cantando algún rato, pero no, la siguiente en llegar fue la hija de la vecina de kimito, embarazada. Y así, sentado a ratos en la silla plegable de kimito y entre conversaciones de mascotas, hicimos tiempo.

A las once y media acabó el partido del zaragoza, y entonces pasamos de ser cuatro a ser treinta. Para entonces nosotros ya estábamos dentro del cajero pensando que si conseguíamos las entradas ya podíamos salir corriendo, por si acaso.

A las doce menos cinco llamamos al hermano de kimito, que estaba en otro cajero, para sincronizar movimientos. Si uno conseguía sacar entradas, sacaba entradas para todos.

A las doce en punto no aparecían en la interfaz las entradas de héroes. Unos minutos después ni siquiera se podían comprar entradas de música. La gente de fuera se empieza a impacientar.

Ahí nos dimos cuenta de que la noche iba a ser MUY larga.